Una brecha llamada progreso
¿Quién usa realmente las Fintech?
Cuando se contempla terminología como innovación, globalización o progreso, comúnmente se pierde de vista el factor particular y característico del escenario del cual se habla. Por más que se trate de cuestiones vigentes, éstas carecen de elementos definitivos.
México, nación enormemente desigual, multicultural y mega diversa, cuenta con una gran cantidad de usuarios de Internet, 71 millones de personas, según el último estudio arrojado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). No obstante, esta cifra, si bien es considerable, deja fuera a la otra mitad de la población.
La problemática generada es la brecha tecnológica entre los que tienen acceso a la red y los carentes de dicho servicio, se agrava, provocando un crecimiento negativo exponencial y constante. Este argumento no solamente deja en evidencia el gran desajuste social y económico de México, esto convierte el concepto de "progreso" en un ideal de cartón. aquí surge la interrogante, ¿progreso según quién, en comparación con qué?
Del mismo modo, temas como la educación, la profesionalización y la preparación, chocan directamente con el desmedido flujo de información existente. Respecto a esto, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), ha calificado el desempeño de México inferior a los estándares necesarios para sacar ventaja de un mundo globalizado.
Retomando el análisis geográfico del INEGI, el 88 por ciento de los usuarios de Internet en México se localizan en las grandes ciudades. es decir, las áreas rurales, los pueblos y los campos continúan sin una representación estadística digna en materia de "innovación".
El impacto de las fintech, esta emergente industria financiera hace uso de las nuevas tecnologías y se presenta en el mercado como una estrategia novedosa que no requiere un proceso amplio de trámites y exigencias. Debido a esto, acapara principalmente la atención de grupos jóvenes, sobre todo aquellos con las facilidades suficientes de contar con dispositivos electrónicos: celulares inteligentes o computadoras.
Sin embargo, es necesario subrayar que gran parte del público no tiene la solvencia económica para ser considerado independiente. Por consiguiente, quienes absorben y realizan los gastos dentro de este mercado siguen siendo las mismas que lo hacen en el campo tradicional. Los padres, una generación mayor de 40 años de edad.
Otro tema a considerar es el de la incertidumbre y el riesgo representado en la escueta regulación de estas iniciativas. Ya se cuenta con una ley que procura evitar la realización de operaciones fraudulentas, ésta no es, todavía, observada de manera puntual. Adicionalmente, sería utópico pensar que se puede tener un control absoluto del tránsito en Internet. esto sucede con cuestiones informativas con la desprofesionalización, la confiabilidad comercial de entes no físicos continúa siendo un tabú para muchas personas.
Nuestro país, como cualquier nación de Latinoamérica, no está parado sobre una superficie tan sólida para asumir que verdaderamente son observables los conceptos de globalización e innovación. Un llamado a la reflexión es prioritario para considerar esa brecha llamada progreso. Hay muchas necesidades carentes de atención inmediata antes de dar pasos tan grandes. El debatir acerca de tecnología dentro de una nación con más de 50 millones de pobres, es hablarle de sombra al desierto.
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